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UNA MUERTE SIN PALABRAS

Medellín, 14 de abril de 2013




Nunca le faltaron su boina y sus gafas ochenteras en aquellas tardes en las que el sol estaba en todo su esplendor, o esa chaqueta de cuero negra cuando el frío se apoderaba de sus largos brazos. En el rostro de José Rodrigo Rodríguez abundaba una barba negra y en su cabello ya se notaban una que otra cana. Era alto y delgado. Ojos rasgados y piel trigueña. 

En una de las tantas calles empinadas de esta Medellín, donde las casas se ven filadas, ordenadas y achatadas, las mismas que a lo lejos se perciben minuciosas y color ladrillo, vivió él. Un hombre amante a las letras.

Seductor por naturaleza. Conquistaba. No con su belleza, sino con cada una de las finas palabras que salían de este romántico empedernido. Era educado. Caballeroso. Era un hombre inteligente.

En su discurso era constante que citara a algún autor. Entre sus gustos estaba la filosofía y la poesía. No le fue necesario asistir a una universidad para toparse con ellas. Con lo que sí se encontró, a sus 60 años, fue con la muerte. Desde ese instante dejo de existir y únicamente quedó en el buen o mal recuerdo de quienes lo veían caminar por el asfalto de su barrio El Compromiso, ubicado en la comuna 1, nororiente de la ciudad.

Era viernes 8 de marzo de 2013 cuando la luz de su vida se esfumó por completo. Sus vecinos se encontraban celebrando el día de la mujer. Él, estaba en su casa: Calle 97 con carrera 31, segundo piso, escaleras de madera, puerta roja.

La música amenizaba el ambiente. De pronto, el volumen se disminuyó, y un grito, de una menor, a lo lejos se escuchó. Venía de la vivienda de Rodríguez.

La mamá de la menor corrió apresurada hasta la casa, y cuando estaba allí, entró en pánico y desesperación. Sus vecinos se alertaron, y en redada, “empezaron a llegar equipados con palos, varillas y todo lo que encontraron”, cuenta uno de los habitantes del sector.

Al parecer, José había abusado sexualmente de la menor de siete años, quien era hija de su amiga. Amiga del barrio, con quien llevaba una relación de amistad de muchos años atrás, y que momentos antes pasó de la alegría al desespero y la decepción

Una docena de personas ingresaron a la pequeña y humilde vivienda. Entre todos, llevaron a José hasta el último rincón y tomaron venganza. Sí, se vengaron contra el seductor de las palabras. Ya no era el noble, era el villano de esta película de terror.

Golpes. Cientos de golpes. Y más golpes por todo su cuerpo fueron los que recibió José Rodrigo. Al final, el cadáver quedó tendido en este lugar, y en las paredes y algunos enceres sobresalía el rojo su sangre.

Hoy, se conmemoran 38 días de la muerte de José. El panorama es distinto. Según la gente, este hecho fue una confusión. Después de estar sepultado en su tumba, afirman que él no abusó de la niña. Qué todo fue mentira.

Quizás la decisión de quienes lo asesinaron fue apresurada. No lo dejaron hablar en medio de la irritación de la comunidad, quizás él quería explicar, pero su voz fue silenciada para siempre.

Sus palabras de poeta fueron calladas para siempre.

Por Juan Alcaraz
En Twitter @Juan_AlcarazS

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