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“COLECCIONISTA DE SU OBRA”

Medellín, 25 de noviembre de 2011



En la Medellín del setenta y cinco se respiraba aire puro, la contaminación no se asomaba por allí, las montañas verdes eran vistas desde cualquier ángulo de la villa, y el pavimento no hacía presencia en las carreteras de este territorio, el mismo donde se construyó un tesoro que hoy mezcla historia, cultura, modernidad, y además es símbolo de orgullo para los habitantes del barrio Aranjuez y el resto de los medellinenses.

Este lugar está lleno de tradición. Se recrea a través de murales la mujer trabajadora de ese tiempo, se observa en los cuadros expuestos la gama de jardines que abundaban por esa época, asimismo los retratos de las personas que vivían en la ciudad que aún conserva la eterna primavera.

Lo que más llama la atención es como la vida del artista es explorada recorriendo el lugar que antes fue su casa, la que él mismo diseñó: los cuartos, la cocina, el comedor, la biblioteca, el patio, el estudio y la piscina donde sus ocho hijos disfrutaron del agua, conforman la galería biográfica de Pedro Nel Gómez.

También se conserva la cama donde tantas veces descansó después de una jornada de pintura, quizás donde pensaba qué escultura iba a hacer o espacio de encuentro para compartir con su esposa que lo enamoró en una de sus travesías académicas por Europa.

Esta es la Casa Museo que lleva su mismo nombre, ubicada en la Cra 51 B Nº 85–24, al nororiente de la capital de Antioquia, y como dicen las personas que acompañan el recorrido, los guías, “¡Bienvenidos!”

Un pincelazo por la vida de Gómez

El 4 de julio de 1899, en Anorí, municipio del nordeste de Antioquia, nace el arquitecto, urbanista, pintor, escultor, ingeniero civil, y considerado uno de los mejores muralistas de Colombia.

Hijo de Jesús Gómez González, liberal de aquella época, empresario de minas y Congresista del pasado siglo. Su madre, María Luisa Agudelo.

Realizó los estudios de bachillerato en el Liceo de la Universidad de Antioquia, y en 1922 se graduó como ingeniero de la Universidad Nacional.

Dos años después, Pedro Nel Gómez, decide viajar a Holanda y Francia para adelantar estudios de Pintura, y los pocos recursos económicos que tenía no fueron impedimento para lograr el sueño europeo. Más tarde, en Florencia, Italia, se encuentra con Giuliana Scalaberni, su compañera, la que retrató varias veces y estuvo a su lado hasta el último instante.

Para 1930 deciden radicarse en Colombia, específicamente en Medellín donde fue elegido como director de la Escuela de Bellas Artes y fundador de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia.

Su talento fue tanto, que en 1976 el presidente Alfonso López Michelsen le otorga la Cruz de Boyacá en reconocimiento a su labor artística.

Legado para los colombianos

Pedro Nel decoró con sus obras varios lugares importantes de la ciudad de los arrieros, los mineros y los agricultores, aunque también Cali y Bogotá tienen espacios “tatuados” por el muralista paisa.

Universidades como la de Antioquia, la Nacional y el Colegio Mayor, cuentan con las paredes en las que un día se inspiró el maestro. En la sucursal del cielo, en el Banco Popular aún persiste un mural de 60 metros cuadrados hecho por Gómez. Y en la capital del país, “El hombre y demás” y “El drama de la vivienda” reposan en el Instituto de Crédito Territorial.

En materia de Arquitectura realizó la planificación del barrio Laureles y el cementerio Universal. Diseñó y construyó el edificio de la Escuela de Minas de Medellín y la Facultad de Química de la Universidad de Antioquia, en ese tiempo.

También, talló en madera, mármol y bronce a grandes como El Cacique Nutibara, Barequeras Melancólicas, y se atrevió a realizar desnudos, “factor que le implicó una destitución por ocho años” dice Liliana Buitrago, guía del museo.

“La mitad de los sueños deben materializarse”

Gómez quería que la casa que él diseñó a su gusto, la de las ventanas largas, pasillos anchos y techo alto, se convirtiera en un lugar donde la gente pudiera entrar a observar sin ningún tabú las obras que con tanta dedicación realizó.

Y así es, en Aranjuez todavía reposa su galería; sus herramientas de trabajo, pinceles, acuarelas y cartones; sus accesorios y condecoraciones. El anhelo que tenía fue más de lo que pensó que llegaría a ser. Hoy es además de un museo, lugar de encuentro para la música, la lectura y centro de exposiciones como la que se presentó el pasado 20 de noviembre, la III Bienal de Artes Plásticas.

Todavía está en una de las salas la palenquera en madera que una vez se sentó a tallar, el mural de La República que le otorgó popularidad o su primer dibujo que plasmó en una servilleta.

El 6 de junio de 1984 murió en Medellín el maestro de los murales. Se fue el que se atrevió a contar la otra cara de los ciudadanos que “son los que ponen la dosis de alegría, de lucha” según Liliana. Partió pero dejó un gran legado, una casa que invita a conocer la historia de la Colombia del pasado, la vida de uno de los mejores artistas del país.

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